sábado, mayo 24, 2025

Yo soy

Yo soy el que regresa envuelto de versos rotos,

el que lleva en sus manos la geometría del tiempo

donde escribo nombres que habitan lentos espejos.

 

Yo soy el que susurra bajo la piel hendida de tus sueños,

el que hurga en las costuras del alba y recupera versos.

 

Vengo de la palabra llena de gestos vividos por tu voz,

del rostro que se desvanece en silencios desangrados.

 

He bebido del cántaro donde reposan tus ausencias,

he cruzado las estancias donde las sombras se agitan

en el idioma secreto de las formas que no dejan huella.

 

Mis pasos han dejado un eco de pájaros invertidos,

una ceniza que aún guarda la curva de mis párpados,

y en mi pecho florece la semilla intacta de lo imposible.

 

Porque yo no he venido a recordarte de flores negras,

sino a incendiar las certezas con la fiebre del que sueña,

a devolverle al olvido su música intacta, llena de tu voz,

a abrir con cada sílaba la herida que se cierra en lo eterno.

 

Y si me revelo, soy apenas un soplo en tu costado dormido,

una grieta por donde asoma lo que nunca alcanzo su forma,

una lámpara encendida en la voz que arde en el fondo del ayer.

 

Yo soy —seré— el que regresa alegre con rostros ajenos,

con un puñado de universos dormidos entre mis dedos,

y con un silencio a cuestas, como un templo de dioses mudos.

 

Rolando del Pozo

martes, mayo 20, 2025

El evangelio

He venido a recitar el evangelio de las voces vacías,

a deletrear las horas que te devuelven deshojada,

como quien sopla silencios sobre un cuerpo sin forma.

No esperes que hable con la lucidez de mi locura:

soy el hijo ilegítimo de una luz que simula morir.

 

Aquí traigo mi herencia partida en versos:

un costado de relámpago engarzado en tus piernas,

los restos de un nombre que se negó a pronunciarme,

y una brújula ciega dormida en tu vientre de retornos.

 

¿Me recuerdas escondido en tus reflejos abiertos?

Yo era el que dormía boca arriba para que los astros

sembraran su luz precisa en mis párpados sellados.

El que tallaba umbrales en la médula del tiempo

y restituía en tus espejos la quietud que te fue robada.

 

Toda mi historia ha sido una fábula escrita al revés:

nací del flanco ciego de una palabra que jamás fue dicha,

y cada uno de mis pasos repite las huellas de un vano ayer

que retrocede con los pies envueltos en vendas de presagio.

 

Y no le creas a los que dicen que todavía estoy vivo:

quizás sólo soy el eco de una promesa que no logró su voz,

el vestigio de un disfraz en la maleta de un sueño ajeno,

o la hoja partida de un libro viejo que nadie se atrevió a leer.


Rolando del Pozo

 

sábado, mayo 17, 2025

Desde el otro lado del sueño

No fuiste engendrada por el lánguido tiempo,

sino por un ser en una alucinación que ya no existe.

Alguien que soñó tu nombre con voz de espacios

y te dejó anudada a un filo de espejos clausurados.

 

Desde entonces, caminas entre signos dormidos,

enhebrando símbolos en la sombra de un verbo.

Cada paso tuyo repite una caída que no ha ocurrido.

Cada gesto cita una voz que nadie evoca haber perdido.

 

Y yo, procuro escribirte con un lenguaje sin vocales,

con las pausas tatuadas en la médula de lo invisible,

con el silencio que se lanza al pozo de las conjeturas.

 

Hay quien te ha visto aparecer en el aliento del ayer

o encerrada en el soplo que recuerda otro tiempo.

Otros dicen que te ocultas en el sueño de alguien más.

 

A veces, el viento rasga un pliegue aturdido en lo real,

y es entonces cuando brotas hilando mis viejas noches,

acechando lo arrebatado, desde el revés de tu mirada.

 

Eres la huella que deja el fuego cuando olvida su forma,

la cifra que se oculta en cada espejo que no me devuelve.

Y si alguna vez te nombran desde el otro lado del sueño,

no respondas: quizás sea el ayer que pretende retenerte.


Rolando del Pozo

 

 

domingo, mayo 11, 2025

Lo que habita en la ausencia

Te busco como se busca lo perdido, lo ajustado,

con las manos gastadas de invocar lo invisible,

con el pulso detenido en los reflejos del ayer,

como quien recorre un sueño al revés de un verso

para tocar la sombra y la palabra que te implora.

 

Habitas en la claridad de mis pausadas fechas,

en el filo incierto del instante, de los temblores,

cuando la luz titubea en mis rincones disueltos

y el tiempo se detiene a escuchar su propio eco.

 

A veces no sé si llegas o si surges en mi memoria,

si eres un espejismo que invento en mi confusión

o la herida que me sacude en un lecho de cenizas.

 

He buscado tus señales en fisonomías extrañas,

y he nombrado con tus silencios, flancos ajenos.

Te he convocado en caricias y cuerpos prestados.

 

Habitas el sufrimiento por donde se fuga lo real, 

el umbral que nunca cede y se llena de ardores,

la llama que sin forma arde en un espejo sin voz.

Y sin embargo, eres lo que me habita cuando callo,

el huésped invisible que me desordena la sangre,

y me nombra, aunque yo ya no recuerde quién fui.

 

Rolando del Pozo

 

sábado, mayo 03, 2025

El umbral

No sé si fui yo quien te encerró en un verso,

o si mis fatigadas letras, hartas de mi sangre, 

te inclinaron hacia los adentros de un nuevo ayer.

Pero he vuelto esta noche —sin nombre, sin sombra—

a recogerte en los signos que no me pertenecen.

 

El aire está tejido de susurros que no te recuerdan.

Un ruego gira en su fiebre de dolores vencidos,

y en su centro una esperanza ciega me espía.

Hay marcas en el polvo, leves como solas plegarias

que apenas se adivinan en los temblores que no cesan.

 

Todo aquí conoce de ti más de lo que yo he sabido:

la grieta en el muro donde gotea tu infancia incorpórea,

el reloj petrificado en la hora en que fuiste desposeída,

la ventana que se abre sin tregua y no cesa de soñarte.

 

Estas hecha de ausencias que murmuran en secreto.

Tu voz: un eco extraviado entre paredes selladas,

una plegaria invertida que se disuelve en los espejos,

un deseo sin rumbo que ya no conduce a ningún alma.

 

Y sin embargo, persisto en recordarte llena de voces.

Tal vez un ruego —uno solo— como un ave ciega,

te descubra entre las ruinas de mi voz y al nombrarte,

abra un umbral donde el olvido no logre nunca alcanzarte.

 

Rolando del Pozo

miércoles, abril 30, 2025

No estabas

No estabas. 

Pero algo —una voz, un dolor, un temblor—

dormía aún en la luz que abre los días al ayer.

Las sombras eran señales en un alfabeto secreto

que sólo tú alcanzabas a respirar y pronunciar.

Y el aire tenía el peso de tus heridas abiertas,

tus rasgadas alucinaciones y tus inmóviles pasos.

 

Te busqué en los vuelos de un pájaro nocturno,

donde la voz se arrastra como un verso herido

y el silencio imita gestos que se repiten sin ritmo.

 

Te busqué en los callados espejos de la sala,

donde tus rostros repiten sacudidas antiguas

y los reflejos se inclinan al otro lado del tiempo.

 

Tal vez fuiste el reflejo que no obedeció al espejo,

o una cifra extraviada en el balance del destino.

Quizás te imaginé desde otra vida, mientras moría.

 

No estabas.

Pero algo —el dolor, el designio, la sombra—

habitaba entre los pliegues de mis quebrados días.

Y sin embargo, persistías en los rituales inconclusos,

en las sílabas rotas que no recordaban tu nombre.

Y seguías siendo, como lo que torna sin haber partido.


Rolando del Pozo

jueves, abril 24, 2025

Ecos en mi piel

Debajo de esta piel, hay una evocación sin nombre,

hay un espectro que habita en el reverso de mis ganas

y escribe con mis dolores el reflejo que usurpa mi voz;

escribe el evangelio umbroso de mis días no vividos.

 

Conozco el arrojo en mi lengua que arde sin sonidos,

en las sílabas que abren una grieta en el denso suspiro

y se vuelven los presagios de un mundo partido en dos.

 

A veces escucho mis temores caminar en mis sueños,

descalzos sobre los escombros de mis agudas certezas,

dejando huellas que sólo existen al cerrarse los adioses.

 

Debajo de esta piel, hay una imagen que no reconozco,

hay un retrato que imita mi luz antes del primer aliento.

Y entonces comprendo que soy solo de lejanas esperas.

 

Camino en círculos sobre una deshabilitada alucinación,

mientras una voz añeja, sin rostro no para de solicitarme. 

Y no sé si soy quien imagina este universo de distancias

o soy el resultado de algo lejano e inasible que me sueña.

 

Rolando del Pozo