sábado, septiembre 20, 2025

Río de luces

No sé si vienes llena del polvo de mis memorias

con el siseo que dejan los soles cuando mueren,

pero tu sombra me atosiga como un río de luces

que agranda las sílabas intensas de mis zozobras.

 

Te reconozco en los temblores de una vida lenta,

en la grieta que sangra en los muros del tiempo,

y hasta en los dolores que dibujan viejos rostros

cuando la brisa se ladea sobre tus tiernos senos.

 

Amarte es oír a la tierra aunando su propia voz,

es arribar a fogosos universos llenos de versos,

es abrir los dolores en un cielo de ajenos besos

donde sólo tu voz es la alucinación que persiste.

 

Yo soy el viajero que se confunde en tu costado,

el que lleva en la boca la soledad de tu ausencia,

el que arde en la duda como un profeta turbado

esperando tu paso entre el gentío de los lejanos.

 

Y cuando te nombro, mujer de esferas diversas,

el universo se repliega como un telón de humo,

y quedo desolado, cautivo de la pregunta:

¿fuiste tú la que se disolvió en mis crepúsculos,

o fui yo quien se quedó dormido en la ausencia?

 

Rolando del Pozo

lunes, septiembre 15, 2025

Veneno necesario

En esta sombra arden las flamas invisibles,

aunando con idiomas brunos el aire del alma.

Todo es un desfile de noches sin respuestas,

un cortejo de rosas mustias que aún sangran.

 

El deseo, ese animal que respira extenuado,

se arrastra por mis venas como lentas fiebres,

y en su paso deja huellas de versos quebrados

donde mi rostro se trueca en ardidas máscaras.

 

A ti te imploro, señora de siluetas sin tiempo,

que surges entre luces como efigie insomne:

tu piel es una melodía de brumas y desvelos,

tu voz, una llamada sumergida en la necesidad.

 

Si acaso vuelves -ángel herido por las noches-

te beberé tardo como a un veneno necesario,

pues sólo en tu agitación hallaré mi salvación,

y en tu desidia, la eternidad que me reclama.

 

Rolando del Pozo

 

viernes, septiembre 12, 2025

El sur del alma

En esta hora de señales como dedos,

cuando el viento susurra nombres vanos,

yo te busco entre los pliegues del tiempo,

en esa geografía donde viven los ausentes.

 

Eres tú la que camina con pies de lluvia,

la que deja en cada paso huellas de luna.

 

Oh memoria mía, territorio de sal y olvido,

¿dónde guardas los rostros que se fueron

como silentes pájaros hacia el sur del alma?

 

En mis manos se alimentan flores de agua,

en mis angustias navegan barcos de cristal

hacia puertos que no improvisó la nostalgia.

 

Cada palabra es un conjuro contra tu partida,

una llave que abre puertas en valles mojados.

Tú que fuiste arrebato, ahora eres solo viento

que se balancea en los dolores de mis ganas.

 

Ven, acércate a estas palabras hechas versos,

donde el amor es una voz que se puede morar.

Ven antes de que la noche asegure las puertas, 

antes que el olvido no sepa advertir tu nombre.

 

Rolando del Pozo

martes, septiembre 09, 2025

Partiste

Partiste llena de las llamadas del crepúsculo,

y nadie supo si fuiste mujer de voces o espejismo,

si en tu frente ardían soles laxos llenos de ardores

o si eras el resquicio por donde huye la claridad.

 

Te llevaste mis versos como si fueran silencios

que el viento dispersa en los pasillos del olvido,

dejándome apenas esta boca invertida y adolorida,

este puño de nostalgias que simula ser un corazón.

 

He visto tus huellas confundirse con quimeras,

tus ojos disolverse en la herrumbre del horizonte,

tus cabellos multiplicarse en la sombra de mi voz

como un ejército de tristezas que buscan dueño.

 

Amor abandonado:

¿eres tú la voz que se enciende en mis costados,

o la escritura borrada en mi corazón de arranques?

Yo te pronuncio y mi eco se derrumba a mis pies,

te convoco y responde una multitud de fantasmas.

 

Quizá nunca partiste:

eras el resplandor que fingía ser carne de afonías,

la herida que se disfraza de aurora para no morir,

la niebla que en mi pecho escribe nombres ilegibles.

 

Rolando del Pozo

 

 

miércoles, septiembre 03, 2025

La casa que arde

Escucho el rumor de la tierra desgarrada,

los muros caídos que aún guardan gritos,

y un río de voces que supera los párpados

con la porfía de un duelo teñido de ayeres.

 

Allí donde la grava guarda cuerpos sin voz,

donde el trigo arde bajo un cielo ulcerado,

la infancia se muda en un pájaro mutilado,

y las madres se visten con la tela del llanto.

 

No basta nombrar los mismos pasos rotos,

los mismos cuerpos arrojados en las calles,

las mismas plegarias que mueren en zanjas.

 

Oh tierra, yo te pregunto con una furia rota:

¿quién heredará tu corazón lleno de pausas?

¿Quién guardará las llaves de tu ardida casa?

 

Y sin embargo, se elevan voces entre ruinas,

una mano que tirita, pero ofrece esperanza,

un ayer que insiste en pronunciar “mañana”.

 

Porque, aunque el hombre clame la muerte,

la memoria del amor se aferra a sus huesos,

y este silencio lleno de arranques, algún día, 

ensayará en nuevos versos a cantar de nuevo.


Rolando del Pozo

domingo, agosto 24, 2025

Mis abismos

Yo vengo de una tierra donde la ceniza

guarda el murmullo de antiguos besos,

donde el viento se disfraza con señales

que jamás fueron dibujadas en tu ardor.

 

He bebido del jarrón íntimo de tu noche,

esa que se inclina como un fruto oscuro

sobre la debilidad de un mundo disuelto,

y aún así me inflama con su fuego bruno.

 

Te nombro en los pliegues de mi sombra,

te nombro en las fracturas del desespero,

te nombro sin pausas hasta que mi boca

se quiebra en un océano de lentos besos.

 

Porque en ti arde la herida de universos,

la oscura certidumbre de que sólo somos

un instante de eternas voces que se licúa

como el ayer en las musas de mis versos.

 

Y si mi voz te alcanza desde mis abismos,

no es porque pertenezca a estos delirios,

sino porque tú la escribiste antes que yo

con la tinta tenue que susurra mi destino.

 

Rolando del Pozo

miércoles, agosto 13, 2025

El otro lado de mí

Yo vengo desde un pasillo sin tiempo, ni espacio

donde la lluvia aprendió a pronunciar mi sombra,

donde mis llaves se estrechan hacia tus adentros

y el eco de tus lágrimas se enrolla en mi garganta.

 

He atravesado el vidrio que custodia tus apetitos,

he contado las grietas de tu voz con mis congojas

como si fueran porfiados dolores buscando morir.

 

Todo me devuelve al mismo sitio:

la silla vacía que extraña a su manera tus piernas,

el vaso con agua donde la luz se ladea en un ayer,

como si buscara el temblor de tus labios afanosos.

 

A veces creo oírte:

no como se oye una voz que se repite en pausas,

sino como se prevé una llaga en el ardor del ayer.

 

Y tu ausencia se vierte sobre mis noches cegadas 

como un río que desdeñó sus orillas en la intriga,

mojando con un frío dulce la memoria de un beso.

 

No sé si estás hecha de sombras, pero te nombro,

te nombro como quien acaricia una fruta madura,

como quien guarda un silencio envuelto en voces,

como quien sabe que sólo eres, el otro lado de mí.

 

Rolando del Pozo