He abierto un ayer donde guardo entre voces
los restos de todos los objetos que no fueron:
la carta que nunca llegó a limpiar tus señales,
la llave de una estrecha puerta que se disipó,
el aro de oro que lacraba un pacto con nadie.
Allí está tu pausada sombra,
plegada como un pañuelo que alguien olvidó
en el bolsillo de un traje de palabras ilusorias.
A veces la tomo entre mis lánguidas manos
y se expande en un sueño de quebradas luces,
asimilando con pájaros nocturnos y ansiosos
mi nombre en una lengua anterior a tus gritos.
Por eso vivo en esta casa como si no existiera,
mirando los muebles, las ventanas, las paredes,
con la malicia de quien sabe que todo es fiado,
hasta la piel que me envuelve y me contradice.
Y si me preguntas dónde resido, te señalaré:
en la frontera entre lo que fui y lo que me sueña.
Rolando del Pozo